El alemán Wim Wenders parecía haber pedido su particular genialidad para dirigir ficción en las últimas décadas. Aunque en ese tiempo nos ha ofrecido un puñado de documentales destacables, las películas que se alejaban de este género resultaban, en la mayoría de los casos, pedantes y con una más que evidente discrepancia entre sus altas intenciones y sus escasos resultados. Lejos quedaban clásicos como Alicia en las ciudades, En el curso del tiempo, París, Texas o Cielo sobre Berlín, obras que le convirtieron en uno de sus directores europeos más importantes de su época.

No obstante, cuando ya nadie esperaba nada del realizador germano, Perfect Days ha vuelto a demostrar que la chispa que le convirtió en un cineasta importante sigue ahí. El autor de El final de la violencia regresa a Tokio, ciudad donde rodó Tokio-Ga, su particular homenaje al genial cineasta nipón Yasujirō Ozu.

Allí sigue el día a día de Hirayama, un tipo maduro que limpia los lavabos de la capital de Japón. Lejos de estar alienado por un empleo aparentemente poco valorado, este hombre parece disfrutar de aquellas pequeñas cosas que le ofrece la vida: las cintas de música rock que le acompañan en su periplo diario a su empleo, un inmenso árbol donde descansa y del que toma fotos, las breves muestras de cariño de algunos desconocidos o sus lecturas nocturnas antes de dormir.

Con este material, Wenders podría haber ofrecido un obra plana y aburrida, pero, por el contrario, insufla un aliento casi zen que permite que el espectador experimente las mismas sensaciones que su protagonista, encarnado por un absolutamente magistral Koji Yakusho, que se fusiona tanto con su personaje que el espectador olvida por momentos que estamos ante un actor.

Sin embargo, la inesperada llegada de su joven sobrina supondrá una pequeña fisura en su autoimpuesta y plácida soledad. Será entonces cuando el personaje se dará cuenta de la necesidad que todos tenemos de contacto con el prójimo, aunque ello nos pueda traer sinsabores, como parece que le ocurrió a Hirayama.

Escrita junto al cineasta nipón Takuma Takasaki, Perfect Days es una bellísima película humanista rodada con una magistral sencillez y adornada musicalmente con una banda sonora donde se escuchan clásicos de Van Morrison, The Kinks, Patty Smith o Nina Simone, que cierra por todo lo alto el film con su vitalista Feeling Good.

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