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Manchester frente al mar reúne algunos de los ingredientes principales de los anteriores largometrajes de Kenneth Lonergan, su director. De Puedes contar conmigo, la ópera prima del estadounidense, toma su apuesta por tratar las difíciles relaciones entre miembros de un mismo clan y el siempre recurrente asunto del hijo pródigo que regresa a la población que le vio nacer. La culpa, por otro lado, vuelve a estar muy presente en el filme,  como ya ocurriera en Margaret, su segundo trabajo como realizador.

Con estos elementos, la  cinta podría haber dado lugar a un melodrama desatado no tan alejado de algunos de los telefilmes y culebrones que inundan la denominada pequeña pantalla en la sobremesa. Sin embargo, esta historia sobre un hombre maduro que vuelve a la pequeña ciudad donde nació para hacerse cargo de su sobrino y organizar la muerte de su hermano, fallecido de manera repentina, se aleja bastante de lo obvio y lo vulgar.

Una de las principales armas que utiliza Manchester frente al mar para huir del típico producto lacrimógeno es ese humor que se hace notar de manera intermitente en sus diálogos. Parece como si los personajes se refugiaran en cierta ironía para no exteriorizar el dolor que les consume por dentro. Una contención que solamente se desborda cuando no pueden aguantar más la rabia y la tristeza.

Por otra parte, Lonnergan plantea  en un principio su filme casi como si fuera una obra de intriga. Lo hace utilizando unos flashbacks que se van insertando en la trama para enseñarnos cómo ha cambiado ese hombre que tiene que asumir la muerte de un familiar y  la responsabilidad de hacerse cargo del hijo del fallecido. La alegría del pasado y la tristeza del presente permiten que el espectador se pregunte qué le pudo pasar a este tipo maduro que parece muerto en vida.

La película también se distingue de la mayor parte de dramas oscarizables por un desenlace que no desvelaremos, pero que opta por una solución que dista de ser la más tranquilizadora para el público mayoritario. El director parece decirnos que, como nos recordaba You can’t always get what you want, la canción de The Rolling Stones: «No siempre puedes lograr lo que quieres, pero, si lo intentas, puedes conseguir aquello que necesitas».

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El resultado es una notable película que muestra la dificultad que todos tenemos para afrontar el dolor y la culpa. Un trabajo en el que Lonnergan ha contado con la excelente ayuda de un magnífico reparto. Casey Affleck logra impresionar con una interpretación minimalista, que refleja perfectamente a un individuo que ha perdido las ilusiones a causa de un hecho traumático del pasado y tiene que hacer frente a una situación presente que se le escapa de las manos. Igualmente acertada es la elección de Lucas Hedges, que consigue hacer entrañable a ese muchacho huérfano que deberá aprender a convivir con un tío que hace años desapareció de su existencia. Tampoco se puede olvidar la excelente labor de Michelle Williams, desgarradora en su dolorido rol de la exesposa del individuo al que da vida Affleck.

Por último cabe destacar la importancia que tiene la localidad donde transcurre la acción, casi un personaje más de la trama. La frialdad invernal y las grandes olas que azotan la costa parecen simbolizar el convulso mundo interior de sus protagonistas.

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