
Vuelve el mejor Woody Allen. Después de unas cuantas películas menores, como Vicky Cristina Barcelona o Conocerás al hombre de tus sueños, el director norteamericano nos ofrece Midnight in Paris, una comedia sobre los peligros de la nostalgia y la obligación que tenemos todos de vivir el presente por mucho que admiremos el pasado.
El cineasta neoyorquino sigue los pasos de Gil, un guionista de Hollywood que quiere ser escritor. A punto de casarse, este norteamericano viaja a París con su prometida, una pija de padres conservadores. Mientras su novia hace turismo y coquetea con un viejo conocido, Gil se dedica a terminar su novela y dar largos paseos por la ciudad. En una de sus salidas nocturnas, el guionista se subirá a un viejo Peugeot que le transportará a su epoca favorita: el París de los años 20 del siglo XX. Allí alternará con los escritores de la Generación Perdida y los surrealistas, y visitará el famoso salón de Gertrude Stein. La experiencia se volverá a repetir noche tras noche.
Puro Allen
Allen utiliza esta historia para abordar temas ya constantes en su filmografía. Su protagonista es un artista en crisis, como lo era Josh Brolin en Conocerás al hombre de tus sueños y el John Cusack de Balas sobre Broadway. A la vez, como la mayoría de sus héroes es un hombre sentimentalmente indeciso. Como es habitual en su cine, la película asume la forma de una comedia romántica, quizá el género favorito de Allen, aunque estemos hablando de una forma de abordar este tipo de cine muy distinto al de las películas de Julia Roberts, con la que trabajó en Todos dicen I Love You, o Katherine Heigl.
Por otra parte, la nostalgia por un tiempo pasado que siente el protagonista, un guionista harto de Hollywood, podría ser la misma que siente el propio neoyorquino. Al fin y al cabo, los largometrajes del cine de Woody Allen están repletas de referencias al cine clásico o el jazz primigenio.

Divertida comedia sentimental
No obstante, aquellos que no sean seguidores del cineasta norteamericano tampoco se aburrirán. Allen consigue que comprendamos las ansias de evasión de un hombre atrapado en una relación que no le llena y a punto de echar su vida por la borda para seguir con una vida cómoda y burguesa, aunque no deseada. No nos extraña que Gil huya de su prometida pija (estupenda Rachel McAdams) y una panda de ricos y rancios padres ultranacionalistas. Tampoco nos extraña que intente escapar de una profesión que le obliga a realizar películas de tramas ridículas e infantiles. Es aquí donde Allen aprovecha para darle el pullazo a Hollywood. No en vano, el ha tenido que emigrar a Europa para poder financiar sus propias películas en un sistema al que sólo le importa el dinero.
Por otro lado, ese viaje al pasado que realiza Gil resulta enormemente divertido. Allen aprovecha para mofarse de los tópicos que rodean a artistas y escritores como Ernest Hemingway, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Gertrude Stein, Man Ray o Scott y Zelda Fitzgerald. La película nos presenta a todos de una forma divertida, aunque idealizada. Al fin y al cabo, no dejan de responder a la idea que tiene el protagonista de los surrealistas y los escritores de la Generación Perdida. A su vez, su relación con la amante de Picasso y Hemingway, una mujer que le hubiera gustado vivir en el París de la Belle Epoque, le sirve a su protagonista para descubrir que su anhelo por tiempos pasados enmascara el aburrimiento que siente por su vida en el presente.

Llena de diálogos inteligentes y divertidos, Allen regala en Midnight in Paris uno de sus largometrajes más accesibles e inteligentes de la última década. Gran parte del mérito hay que dárselo a un excepcional reparto, donde sobresale un espléndido Owen Wilson, que hace suyo el típico papel de intelectual que el propio Allen interpretaba hace unos años.





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