El cine de Hollywood ha desdeñado a las estrellas femeninas que dejaron la juventud atrás. La mayoría acaba haciendo roles secundarios en películas y encontrando refugio en la televisión. Europa parece más abierta a ofrecer grandes papeles a actrices maduras en la pantalla grande. Quizá sea una de las razones por las que Jodie Foster, una de las intérpretes estadounidenses más famosas de las últimas décadas, ha decidido protagonizar Vida privada, filme francés dirigido por la parisina Rebecca Zlotowski, autora de Los hijos de los otros y firmante del guion del reciente remake de Emmanuelle.
La que fuera en su niñez la joven prostituta de Taxi Driver se pone en la piel de una psicoanalista estadounidense que lleva décadas en Francia y cuya vida da un vuelco cuando una de sus pacientes aparece muerta como consecuencia aparentemente de un suicidio. Será entonces cuando se ponga investigar en la existencia de esta intrigante y atractiva mujer.
Zlotowski utiliza las herramientas del largometraje psicoanálitico y freudiano en la onda de cintas tan dispares como Recuerda o Análisis final para ofrecernos el retrato de una mujer en crisis que, a través de su investigación, descubrirá elementos que se le han pasado por alto acerca de su personalidad y su relación con su único hijo y su adorable exmarido. Lo hace en un filme muy irregular que flaquea en la recreación de sueños, algo ridículos, y triunfa cuando se sumerge en la comedia de suspense en la línea de Misterioso asesinato en Manhattan, aunque menos hilarante.
No obstante, la película sale adelante por un estupendo reparto donde aparecen algunos de los actores más rutilantes del actual cine galo. Además de Foster, que borda su papel de mujer algo distante y fría, sobresale un pletórico Daniel Auteil, que brilla en el personaje del marido de la protagonista sigue sintiendo atracción por la que fuera su esposa. Completan el reparto Vincent Lacoste, como un joven padre que le reprocha a su progenitora su falta de cariño; Virgine Effira, que interpreta la sufrida paciente cuyo fallecimiento desencadena la trama, o Mathieu Almaric, encarnando a su infiel marido.
Sin ser especialmente memorable, Vida privada es un pasable entretenimiento para público adulto que se olvida tan pronto como se ha disfrutado.






Deja un comentario