El cineasta italiano Luca Guadagnino se ha ido introduciendo poco a poco en el cine norteamericano más comercial. Después del éxito de Rivales, el autor de Call me by your name nos ofrece un drama con tintes de thriller al servicio de una madura Julia Roberts.
La película nos muestra cómo una profesora universitaria de Filosofía se ve en un dilema cuando una de sus alumnas favoritas le confiesa que ha sido agredida sexualmente por otro profesor por el que la primera siente una especial atracción sexual. A partir de ese momento, la docente tendrá la difícil coyuntura de intentar posicionarse, una situación especialmente dura teniendo en cuenta un secreto de su pasado.
El guion, escrito por la guionista novel y actriz Nora Garrett, no oculta su intención de provocar la inquietud en los espectadores con las mismas cuitas que tiene la protagonista a la hora de fijar su posición entre dos personas a las que aprecia. Sin embargo, la cinta parece cuestionar en más de un momento la fiabilidad que le damos a las mujeres cuando denuncian una agresion sexual por parte de un hombre y polemiza sobre las consecuencias negativas que sufren los acusados, que son considerados casi unánimemente culpables por gran parte de la opinión pública. En definitiva, pone en tela de juicio el denominado #MeToo y la denominada cultura de la cancelación. Sin embargo, el filme navega en las peligrosas aguas de la ambigüedad provocando más confusión que verdadero debate.
Guadagnino sirve con cierta elegancia formal este particular conflicto, realizando algún más que evidente guiño a las películas de Woody Allen a través de unos títulos de crédito que lo homenajean de manera evidente y unos personajes que, al igual que en muchas de las cintas del genio neoyorquino, dialogan sobre la existencia y la moralidad. No obstante, el realizador no logra evitar caer en cierta monotonía al poner en imágenes un guion que se basa casi exclusivamente en reiteradas charlas entre dos personajes. El resultado es una película alargada innecesariamente que pretende generar debate sin aportar nada realmente nuevo. Por si fuera poco, debido a su miedo a fijar una posición sobre los asuntos que aborda, la película acaba siendo bastante embarullada. Digamos que, como dice el refrán, intenta nadar y guardar la ropa.
No obstante, la cinta se beneficia de una excelente Julia Roberts, en el papel de una profesora bastante cerebral y en plena crisis matrimonial que tiene que ejercer como particular juez de una situación que le evoca a un oscuro pasaje de su adolescencia. La protagonista de Pretty Woman nunca cae en la sobreactuación e inyecta cargas de profundidad a un personaje aparentemente sin fisuras que acaba mostrando bastantes. Lo mismo se puede decir de unos acertados Andrew Garfield, en el papel de supuesto depredador, y Ayo Edebiri, como la intrigante víctima.





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