El 2024 quedará como el año en el que el cine independiente estadounidense abordó la importancia del teatro para sobrellevar los malos momentos y ayudar a superarlos. Así en Las vidas de Sing Sing, un grupo de presos encontraba una válvula de escape a su existencia entre rejas gracias a las clases de teatro y a las consiguientes representaciones.
En Ghostlight nos encontramos con una familia destruida por el suicidio por amor de un hijo adolescente que encuentra en los ensayos de una versión amateur de Romeo y Julieta el lugar para dar salida a una incomunicación que se ha enquistado después de la terrible perdida. Ambas son películas conscientemente pequeñas y que parecen distanciarse tanto del cine intelectual como de las grandes producciones para lograr mucho más que otros productos con muchas más ínfulas.
Los directores Alex Thompson y Kelly O’Sullivan, que ya colaboraron juntos en Saint Frances, considerada como una de las mejores cintas indies norteamericanas de 2020, optan por una película realista y sin florituras sobre un marido, su esposa y su hija sumidos en un particular bloqueo al perder de forma inesperada a un miembro de la familia. El progenitor parece haber establecido un particular muro para aguantar su dolor, mientras que las dos mujeres intentan lidiar a su manera con la pena.
La cónyuge buscando formas de intentar llenar el vacío, mientras que la chica adolescente lo expresa con una ira nada contenido. El descubrimiento por parte del padre de una compañía de aficionados que ensaya una versión de la citada obra de William Shakespeare, que guarda más de una conexión con lo que le ocurrió a su vástago, servirá para comenzar a solucionar su duelo y el de sus seres más queridos.
Thompson y O’Sullivan saben dotar de veracidad a su historia a través de unos diálogos nada sentenciosos, una dirección de actores poco conocidos que huyen de cualquier histrionismo y una puesta en escena sencilla. La elección de los actores funciona a la perfección. Keith Kupferer encarna con emoción a un hombre bloqueado en su aflicción; Tara Mallen da vida de manera tierna a una madre dolida que no sabe cómo salvar a su familia y Katherine Mallen Kupferer imprime fuerza a esa adolescente con inquietudes artísticas. No menos notable es el trabajo de Dolly De León, como una actriz fracasada y de fuerte carácter que interpretará por primera vez a Julieta cuando se acerca a la denominada tercera edad.
Ghostlight no pretende revolucionar el séptimo arte, pero sí nos ofrece una cinta humanista con más ternura que la mayoría de productos lacrimógenos que nos suele ofrecer el Hollywood de este siglo XXI.






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