La comedia y el thriller son dos de las ingredientes habituales en la filmografía de François Ozon, responsable de títulos como En la casa o El amante doble. Esos dos elementos están presentes en Cuando cae el otoño, una cinta que sin encontrarse entre sus grandes logros si levanta el vuelo tras la muy decepcionante Mi crimen.

Ozon parece asumir un tono aparentemente menor para contarnos la historia de Michelle, una mujer mayor amable que vive sin compañía en una casa en el campo. Allí recibirá la visita de su hija, que le guarda rencor por su pasado como prostituta, y un nieto que la adora. La intoxicación que sufrirá su único vástago por unas setas que había cocinado la anciana provocará que aún aumente la distancia entre ellas, impidiendo además que el niño deje de pasar las vacaciones con su abuela, como era el plan en un principio. Por otra parte, la gran amiga de la protagonista tendrá problemas también con su hijo, que acaba de salir de prisión y no parece estar por la labor de enderezar mucho su comportamiento. Curiosamente, entre este y Michelle surgirá una curiosa relación.

Ozon, con la ayuda en el guion de Philippe Piazo, pergueña una suerte de mezcla de drama costumbrista y comedia negra sobre la soledad en la vejez y la posibilidad de redención que pone a prueba el concepto de moralidad del espectador respecto a la conveniencia o no del crimen más o menos justo. Digamos que su película hace bueno el refrán «No hay mal que por bien no venga».

Como es habitual, Ozon dirige con primor a un grupo de actores estupendos, donde destaca Hélene Vincent, como la veterana meretriz protagonista, y Josiane Balasko, en el papel de su antigua compañera de fatigas que también tiene problema con su único vástago. Por otra parte, también lo hacen Ludivine Sagnier, en el rol de la antipática hija, y una absolutamente genial Pierre Lottin, encarnando al vástago díscolo del personaje que encarna Balasko. No por casualidad fue premiado como mejor interpretación de reparto en el Festival de San Sebastián.

Quizá el guion, también galardonado en el certamen vasco, tarda un tanto en arrancar y tomar rumbo, pero el resultado es una película ácida y algo perversa que recuerda por momentos el espíritu de cintas como ¿Quién mató a Harry?, una de las obras menos conocidas de Alfred Hitchcok, uno de los referentes de Ozon.

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