El cine social se puede concebir de muchas maneras. Hay algunos directores que prefieren elegir el realismo más puro, como sería el caso de Ken Loach, Mike Leigh y los hermanos Dardenne. Otros, por el contrario, aluden al día a día de la gente normal de una forma estilizada sin que por ello deje de tratar asuntos importantes como el desempleo, las pésimas condiciones laborales de los trabajos precarios o las injusticias del sistema capitalista. En este segundo grupo encontramos de manera destacada al finlandés Aki Kaurismäki.

Fallen Leaves, su película estrenada en 2023, no es una excepción. El cineasta vuelve a mostrarnos algunas constantes de su particular estilo. Entre ellas destaca su apuesta por el minimalismo interpretativo de los personajes, su mezcla de elementos contemporáneos y más o menos antiguos, una estética fotográfica que recuerda por momentos los melancólicos cuadros de Edward Hopper o la influencia del clásicos del cine silente como Charlie Chaplin o Buster Keaton.

Todo ello sin descuidar la historia que tiene entre manos: las peripecias de dos pobres diablos que deambulan de trabajo en trabajo y que encuentran en su relación, no exenta de problemas, un salvavidas a un mundo de mierda como el actual. El panorama que muestra el cineasta es desolador: radios que escupen noticias sobre los conflictos bélicos de Siria y Ucrania, consumismo desmedido, falta de solidaridad de los más poderosos con aquellos que menos tienen y la alienación de unos trabajadores con puestos inestables y míseros sueldos.

Aki Kaurismäki lo refleja en pantalla con una sencillez que apabulla. Hay, como en la mayoría de sus trabajos, una evidente tristeza, plasmada en unos personajes que, por momentos, se asemejan a zombis. No parece azaroso a este respecto que la pareja protagonista vaya al cine a ver Los muertos no mueren, la película de Jim Jarmusch, colega precisamente del realizador. No obstante, el autor de La vida bohemia vuelve a salpicar su película de humor surrealista y logra algunos momentos realmente tronchantes, como aquel en el que dos cinéfilos charlan sobre la posibles influencias de la cinta que los dos protagonistas acaban de disfrutar. Por otra parte, Kaurismäki hace gala de su carácter de humanista al mostrar que la única forma de encontrar una salida a tan terrible panorama se encuentra en el amor romántico, el afecto por los animales, la amistad y la solidaridad de unos con los otros.

El resultado es una obra maestra sin paliativos desarrollada en menos de 90 minutos. En este sentido, el cineasta vuelve a mostrar que es un mago de la elipsis experto en contar mucho en poco tiempo. Ya podían tomar nota muchos supuestos genios que son incapaces de ofrecer un largometraje si no dura más de tres horas.

Deja un comentario

Tendencias