Una familia formada por el padre, la madre y dos hijos en edad infantil posa aparentemente feliz en medio de la nieve al comienzo de Fuerza mayor. Pronto descubriremos que la estampa, repleta de sonrisas forzadas, es simplemente una máscara de una vida menos placentera de lo que deja entrever la imagen. Un alud provocado, sin más consecuencias que un pequeño susto para la cuarteto, pondrá en jaque la aparentemente estabilidad de los dos personajes adultos. La avalancha real dará paso a otra más espiritual que hará tambalearse los cimientos de la familia e incluso de una pareja amiga.
El director sueco Ruben Östlund se ríe así de los roles del sistema patriarcal que todavía rige nuestra sociedad. El padre, que debería vigilar por la seguridad de su pareja y progenie, huye de manera ridícula cuando ve que su vida peligra. Al calvario en que se convierte su existencia, se suma la constatación de que ya no es el macho más deseado por otras féminas. Su esposa se ve también descolocada al comprobar que su marido no cumple con el papel que se le tenía asignado. Por si fuera poco, empieza a descubrir que sus ideas burguesas sobre la fidelidad y el cariño familiar son cuestionadas por otros huéspedes de la particular estación de esquí donde pasan sus días de descanso. Curiosamente, el seísmo que afecta a la existencia del clan será tan intenso que acabará afectando incluso a un amigo de la pareja y a su joven novia, aparentemente menos convencionales.
El realizador parece divertirse mostrándonos el patetismo de los personajes, especialmente evidente en el caso del esposo protagonista. Lo hace con un humor seco y el uso de unos planos estáticos de larga duración que provocan en el espectador una sensación de incomodidad. Todo ello apoyado en un espléndido dúo protagonista que nunca sobreactúa al dar vida a una pareja que atraviesa la crisis de la madurez mientras intenta salvar la familia tradicional que ha construido.
Hay algo en Fuerza mayor que recuerda a las películas de Luis Buñuel que atacaban en las costumbres de la burguesía. De hecho, la cinta podría emparentarse lejanamente con Susana (Demonio y carne), aunque aquí el elemento desestabilizador del clan no sea una jovencita libidinosa, sino un alud provocado.
En cierto modo, la película se convierte en el reverso perverso y ácido de la mucho más melodramática Lo imposible. En ambas nos encontramos con familias que verán puesta a prueba su unidad en unas vacaciones . Sin embargo, a diferencia del filme de J.A. Bayona, el cuarteto de Fuerza mayor no sale reforzado de la traumática experiencia ni sus protagonistas aparecen dibujados como héroes, sino más bien como todo lo contrario.









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