No podíamos comenzar nuestra andadura como blog sin analizar la película de la que hemos tomado el título: Vida en sombras. El largometraje de 1948 es una reflexión sobre el cine y las consecuencias que tiene en aquellos que han convertido su pasión por el séptimo arte en casi una forma de vida. Vamos, casi lo que nos proponemos desde esta bitácora.
La cinta es el único largometraje profesional de Lorenzo Llobet-Gràcia, empresario del transporte catalán y cineasta amateur que volcó en esta obra todas sus obsesiones. Al igual que Arrebato (Iván Zulueta, 1979), otra cinta sobre los límites entre cine y vida, el filme fue incomprendido en su momento, aunque poco a poco ha conseguido hacerse un sitio como una de las películas de las películas más inigualables del cine español.
Fundido en negro
Vida en sombras nos cuenta las peripecias de Carlos Durán (Fernando Fernán Gómez), un hombre obsesionado por el séptimo arte. Desde su nacimiento, ocurrido en una barraca de feria que proyectaba los primeros filmes mudos, hasta su relación con su mejor amigo o el romance con su esposa (María Dolores Pradera) tienen que ver de una manera u otra con el celuloide.
Crítico en revistas especializadas y director de documentales, su vida da un vuelco cuando su mujer muere mientras el se encontraba filmando los enfrentamientos en las barricadas de la Guerra Civil Española. Tras un periodo de abandono del cine, Carlos volverá a recuperar su pasión por el séptimo arte después de ver «Rebeca», la película de Alfred Hitchcock. Superado el trauma del fallecimiento de su mujer, el director encontrará una salida a su vida gracias a una nueva película como realizador y al amor de una joven.
Pasion por el cine
El filme de Llobet-Gràcia es, ante todo, la obra de un cinéfilo empedernido. El cineasta desarrolló su pasión por el celuloide desde muy temprana edad. A los 17 años filmó su primera película amateur. Desde entonces siguió rodando festividades familiares y reportajes, mientras daba rienda a su cinefilia a través de la Asociación Amics del Cinema.
Como se puede observar, Vida en sombras parece tener bastantes puntos en común con el propio realizador, máximo representante de lo que se llamó cine amateur. Quizá ahí se encuentre la clave de uno de los temas más importantes del largometraje: la difusa línea que separa la ficción cinematográfica de lo real.
Al fin y al cabo, gran parte de los acontecimientos en la existencia de Carlos Durán, el protagonista del filme, se encuentran relacionados con lo que ocurre en la gran pantalla. Su propio nacimiento es casi paralelo al de un cine que daba sus primeros balbuceos como simple espectáculo de feria, mientras que la juventud y la madurez del personaje vienen a ser los de la consolidación del las películas como un arte más.
La existencia de Durán también parece estar vinculada al de las películas que ha visto en su vida. No parece extraño que una de las peleas que tenga con su mejor amigo se produzca después de ver una trifulca en la gran pantalla o que uno de los momentos álgidos de su relación con Ana, la que luego se convertirá en su mujer, sean los créditos de ‘Romeo y Julieta’ (George Cuckor, 1936).
Tampoco parece baladí que el aspecto del personaje, interpretado por un jovencísimo Fernando Fernán Gómez, sea realmente similar al de un viudo Laurence Olivier en ‘Rebeca’. De una u otra manera, ambos personajes se culpan de la muerte de sus respectivas mujeres.
Cine e historia
La película es una lección de Historia de la España y el mundo. El realizador no olvida hacer alusiones a la primera Guerra Mundial, la República, la Guerra Civil o el surgimiento del cine sonoro. Estas referencias no son meros apuntes y sirven para explicar tanto el proceso de maduración de Carlos como la del propio cine.
Todo ello comprimido en un filme de escasa duración que encuentra en el uso magistral de la elipsis una de sus grandes bazas. El director confía en la inteligencia del espectador para que él rellene los huecos temporales de esta historia que cubre más de cuarenta años de vida en poco más de una hora.
Bien es verdad que el metraje que conservamos es fruto de una reconstrucción, aunque también se aprecia que el proposito de Llobet Gràcia no era el de hacer una película que se demorara en detalles innecesarios.
Igualmente reseñable es una magnífico uso de las transparencias, utilizadas de manera magistral en aquellos montajes donde se nos da a entender la pasión del protagonista por atrapar la realidad a través de la cámara. A la vez, y como gran cinéfilo que era, el cineasta catalán se marcó un homenaje en toda regla a ‘El hombre con la cámara’ de Dziga Vértov.
Olvido y renacimiento
La España de la Posguerra no parecía un buen territorio para experimentos, y Vida en sombras distaba de ser una producción chata, como la mayoría de las que pululaban por nuestro rancio panorama cinematográfico. Además, la alusión a la República en el filme no debió gustar de masiado al régimen de Franco, que negó el crédito al director para financiar la película.
No obstante, eso no amilanó a Llobet Gràcia, que sacó adelante el filme con sus propios medios. Sin embargo, el varapalo de la crítica y la taquilla terminó por dar al traste con los sueños del catalán de convertirse en cineasta.
Más de tres décadas después, gracias al trabajo de restauración de Ferrán Alberich, el largometraje fue reestrenado en 1983. La crítica hizo justicia entonces y la saludó como la gran película que es. El propio Alberich se encargó de realizar Bajo el signo de las sombras, un documental que cuenta el proceso de creación de la mítica película. Llobet-Gràcia no pudo ver cómo su obra se ganaba el aplauso de todos: había muerto en 1978.








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